¿Estamos ante una nueva enfermedad? Absolutamente, no. La disfunción de las glándulas de Meibomio (DGM) es la enfermedad más frecuente en oftalmología. Tan frecuente que es parte normal del fisiológico proceso de envejecimiento. Como complicación de la misma aparece el ojo seco evaporativo, el más común de los ojos secos. Por ello, los síntomas de DGM son indistinguibles de los del ojo seco.
Hay que agradecer al Tear Film and Ocular Surface Society (TFOS) que tomara la iniciativa y nos reuniera para participar en un taller de consenso para tratar la DGM del mismo modo que hizo para el ojo seco. El estudio, publicado en Investigative Ophthalmology and Visual Science, es fruto de un consenso trabajado durante más de dos años. Un total de 70 oftalmólogos de todo el mundo especialistas en superficie ocular hemos participado en el mismo. Se ha trabajado sobre la definición y clasificación de la enfermedad, sobre la epidemiología y los factores de riesgo, la clínica y métodos diagnósticos y sobre las opciones terapéuticas disponibles.
Hasta ahora, hemos empleado los términos blefaritis y meibomitis con escaso rigor. Debemos empezar a diferenciar las blefaritis de las blefaritis marginales, las blefaritis marginales anteriores de las posteriores y allí situar a las DGM. El término meibomitis/meibomiamitis sería una DGM con componente inflamatorio, lo que no siempre ocurre. En el documento de consenso hemos definido DGM como una alteración crónica y difusa de las glándulas de Meibomio, normalmente caracterizada por la obstrucción de los conductos terminales y/o cambios cualitativos/cuantitativos en la secreción glandular. Esto puede resultar en una alteración de la película lagrimal, síntomas de irritación ocular, inflamación clínicamente aparente y enfermedad de la superficie ocular. Las DGM pueden clasificarse en de baja producción o de alta producción. La primera a su vez puede ser hiposecretora u obstructiva, y esta última cicatricial o no cicatricial. Todas pueden ser primarias o secundarias a una patología ocular o sistémica. En el documento se recoge la alta prevalencia de la enfermedad y su asociación a ojo seco, aunque la falta de criterios diagnósticos previos dificulta el estudio epidemiológico. También se valora la asociación de la DGM al empleo de lentes de contacto, dermatitis seborreica y atópica, rosácea y empleo del ácido 13-cis-retinoico. Se evalúan los diferentes métodos diagnósticos disponibles en la actualidad: biomicroscopía, expresión glandular, meibografía, meibometría, interferometría, evaporimetría, etc. Finalmente, se presentan las diferentes alternativas terapéuticas disponibles en la actualidad y futuras. Aplicación de calor local, higiene palpebral, lágrimas artificiales sin y con lípidos, antibioterapia local y sistémica, uso de antiinflamatorios, etc.
Se trata, en definitiva, de una obra de consenso que será sin duda referencia para futuros estudios, que representará un hito en el conocimiento de esta frecuente enfermedad y abrirá los ojos a los especialistas y no especialistas en superficie ocular para que busquen y traten a estos pacientes habitualmente infradiagnosticados.
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